Hno. Miguel Zuky, msp
Hoy comprobamos, por la experiencia personal y por la de quienes nos rodean, el continuo estrés, agitación, y carga de problemas en los que se desenvuelven las personas cotidianamente. Hay situaciones como el divorcio, la pérdida del trabajo, una enfermedad grave, etc., que nos pueden hacer perder el sentido de la vida y buscar soluciones en contra de la propia integridad y dignidad. Evidencia clara de esto es el incremento espantoso de niños, jóvenes y adultos que optan por el suicidio como forma de "librarse" de su situación.
¿Pero esta será la auténtica salida a los problemas? ¿Como encontrarle sentido a esto que nos llega como avalancha que no se detiene ni porque lloremos o seamos indiferentes?
Nuestro mundo nos ha decepcionado y nos ha llevado a la desesperación. Esto no quiere decir que no haya solución, sino que hay que saber donde encontrarla.
Los cristianos no presumimos de no tener problemas o de tenerlos ya resueltos. ¡Para nada!, los mismos problemas que vive alguien que no confía ni espera en Dios los vivimos nosotros. La gran diferencia está en que nuestros problemas nos conducen a Dios, a refugiarnos en Él, a esperar en El; pero no al modo de aquel que para olvidar su realidad acude al alcohol o las drogas, sino al modo de aquella frase: "Ora como si todo dependiera de Dios, pero trabaja como si todo dependiera de ti".
El refugiarnos en Dios nos conduce a trabajar más y a obtener siempre nuevas fuerzas para resolver nuestras adversidades. ¡Dios le da sentido a nuestro vivir! Esta es la experiencia de David al encontrarse frente a Goliat: "David contestó: El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará de las manos de este filisteo" (1 Samuel 17, 34-37). Goliat medía tres metros de altura y estaba armado hasta los dientes. Había salido al combate con el único fin de destruir al mejor guerrero de Israel. Todos los israelitas habían huido y habian perdido totalmente el animo, llenos de miedo. Pero este joven de pequeña estatura y piel sonrosada no huyo del gigante, se enfrentó a él y pudo derrotarlo. David nos demuestra que no hay nada ni nadie que venza a los que confían en Dios.
Lo que te ofrecemos aquí no es la solución a tus problemas, porque Dios no está para hacer tu trabajo, sino para obrar los milagros necesarios para que lo descubras como Padre misericordioso que no defrauda a quien a Él se acoge.
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